Esther Andradi
Bajo este título revelador, casi melodramático, se presenta en Berlín una exposición acerca de Joseph Renau: pintor, fotomontador y muralista, cuya biografía atraviesa el siglo xx entre continentes, guerras, exilios, y hasta la desaparición del país elegido. Renau nació en 1907 en Valencia, participó activamente en el frente republicano, en 1939 consiguió huir a Francia y se exilió en México, donde vivió veinte años, trabajó junto al muralista David a . Siquieros y al mismo tiempo dejó su impronta en la cartelera cinematográfica: los afiches del cine mexicano son impensables sin los fotomontajes de Renau. Hasta 1958, cuando eligió radicarse en Berlín Oriental, capital de la entonces RDA.
La guerra fría
Comunista convencido, Renau creía que en la RDA iba a encontrar el espacio propicio para explayar su creación. Y presentó sus proyectos de murales desarrollando lo aprendido en México. Pero en la RDA, si bien fue acogido por el régimen, su concepción artística no encontró el eco que esperaba. Resistido por la Academia, incomprendido por los artistas que tenían una experiencia diferente, varios de sus proyectos fueron rechazados, otros modificados en su realización por falta de “contenido político”, y terminó recluyéndose en una vieja villa en Mahlsdorf, en las afueras de Berlín, convertido en maestro para un grupo de jóvenes, admirados por su capacidad fabuladora, su increíble cultura y el paraíso de su biblioteca. Pero el idioma alemán, que nunca aprendió realmente bien, fue la barrera más fuerte con la que tropezó en Alemania Oriental. En 1975, al morir Franco, es anmistiado y, después de treinta y siete años de ausencia, ensaya su regreso a España, que lo recibe con los brazos abiertos. “Aquí los artistas se pelean por mí, es como si estos pintores fueran animales de una especie diferente a los que conozco en la rda ”, escribe en sus cartas. En 1976 Renau representó a España en la Bienal de Venecia, realizó diversas exposiciones retrospectivas en Madrid y Barcelona y vivió sus últimos años repartido entre Berlín y Valencia, hasta que la muerte lo sorprendió en Berlín Oriental en 1982.
Poco y nada queda de su presencia en la ex RDA, donde residió las dos últimas décadas de su vida. La desaparición del país “elegido” sumergió su producción en el olvido. La reciente biografía titulada Renau, del periodista español Fernando Bellón Pérez, ilumina la historia de este artista singular. Si en vez de elegir la RDA, Renau hubiese ido a Estados Unidos, especula el biógrafo, se habría convertido en el primer artista pop, algo así como un Warhol de la resistencia. Lo cierto es que todavía hoy, a más de un cuarto de siglo de su muerte, su obra provoca resistencias. Hace dos años, cuando el Instituto Cervantes de Berlín expuso una selección de sus fotomonajes The american way of life, el prestigoso diario alemán faz criticó la decisión del instituto cultural español de divulgar la obra del artista como un acto de claudicación stalinista.
Soy español, catalán
Renau estudió Bellas Artes en Valencia, y a los dieciocho años, en 1925, recibió su diploma en pintura y gráfica, al mismo tiempo que ganaba su primer concurso de afiche; a los veintiuno hizo su primera exposición de pintura en Madrid, a los veintidós ya escribía ensayos críticos de arte, y a los veintitrés se iniciaba en publicidad, oficio que le permitió ganarse la vida y donde aprendió aquello que definiría su arte: la aplicación de las técnicas de la fotografía y la gráfica a la pintura, tal como lo hacían también por ese entonces los dadaístas alemanes. En 1931 ingresó al Partido Comunista, una convicción que lo iba a acompañar hasta el fin de sus días. Pero también publicó sus dibujos en revistas anarquistas, lo que durante la guerra le permitió llevar a cabo su función de protector de obras de arte con mayor efecto. Su primer mural Contra el fascismo, por la democracia, lo pintó en 1933 en Valencia. En 1936 fue nombrado Director General de Bellas Artes de la República y tuvo a su cargo el cuidado y posterior traslado del tesoro artístico del Museo del Prado para protegerlo de los bombardeos de Madrid. En 1939 se refugió en México junto a su esposa, la pintora Manuela Ballester, y su pequeña hija.
Veinte años en México, intensamente vividos
En su exilio mexicano, Renau se desarrolló como muralista, ensayista y fotomontajista. Trabajó con David Alfaro Siquieros en La máscara de la burguesía, diseñó el mural La conquista de la energía eléctrica para el Sindicato de Trabajadores de la Electricidad, y comenzó un gran proyecto de cuatro murales –inacabado– para un hotel de Cuernavaca, bajo el lema España conquista América. “He vivido y trabajado y discutido y hasta casi me he pegado con David”, escribe Renau. Es en México donde inició el ciclo The American Way of Life, la obra crítica que probablemente expresa con más claridad su trabajo de montajista, pintor y activista político. “Renau se ganaba la vida con la publicidad, una actividad que manejaba a la perfección. En EU habría ganado millones con ello porque lo tenía todo: técnica magistral, talento, relaciones, prestigio y la capacidad de trabajar incansable, pero él no quería seducir a la gente con el consumo” aclara Bellón.
No se sabe con seguridad qué es lo que decidió su mudanza de México a la RDA, incluso su biógrafo admite que la etapa mexicana de la vida de Renau es la menos investigada. El caso es que en el umbral de sus cincunenta años, Renau aceptó una invitación para vivir en Berlín. Llegó a esa ciudad en 1958, tres años antes de la construcción del Muro, pocos meses antes del triunfo de la Revolución cubana, donde su obra hubiera tenido un impacto muy diferente. Por eso el nombre de esta exposición (Yo no he esperado, he vivido) es casi un programa para expresar una riesgosa forma de crear. La obra de Renau debió esperar más de un cuarto de siglo después de su muerte para comenzar a ser rescatada en Alemania. ¿Y en México?
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