Una muestra en el Palacio de Bellas Artes pone el foco en la luminosidad del artista
PABLO ORDAZ - México - 05/09/2009
Tres de las obras de El Greco que se exponen en el Museo de Bellas Artes de Ciudad de México.- REUTERS
Domenikos Theotokopoulos, que así se llamaba El Greco para desesperación de generaciones de estudiantes, fue redescubierto a principios de 1900 -tres siglos después de su muerte en 1614- y convertido en un mito de la España triste que acababa de perder las colonias. De su obra apenas se resaltó lo oscuro, lo tenebroso, lo místico de la católica alma castellana. De ahí que la comisaria Ana Carmen Lavín y el diseñador Óscar Mariné se hayan confabulado para sacarle los colores a El Greco, y qué mejor lugar que México. La muestra que se acaba de inaugurar en el museo del Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal juega con la iluminación para mostrar a un artista que nada tiene que ver con una etiqueta tanto tiempo soportada.
El montaje de Óscar Mariné usa el azul lapislázuli, el preferido del pintor
"Nunca se habían visto las obras así", explica la comisaria de la muestra
La primera vez que Lavín, gerente del museo de El Greco de Toledo, habló del proyecto de la exposición -promovida por la Sociedad Estatal para la Acción Cultural Exterior (SEACEX)- con Óscar Mariné, quien se iba a encargar del montaje y de la edición del catálogo, sólo le pidió una cosa: "Que trabajara con la luz. Porque el éxito de El Greco es la luz". La complicidad fue total desde el primer día, y Mariné, que no se había visto en otra igual, decidió pedirle prestado a El Greco su color preferido: "Y con el azul lapislázuli, su talismán, el color más caro, pinté todos los paños del fondo". El resto lo hizo con la luz. Una iluminación -en algunos casos fluorescente- sólo enfocada a que los colores vivos que El Greco eligió para sus cuadros lucieran como nunca hasta ahora.
El resultado es sobrecogedor. Sobre todo en la última sala de la exposición. Al final de un túnel premeditadamente oscuro, el visitante desemboca en una sala, también en penumbra, donde está colgado el apostolado de El Greco. Los apóstoles miran a El Salvador, que parece flotar gracias al juego de luz y oscuridad. Como explica Mariné con humor, "el pasillo es como la entrada a la cueva de los mitos, y cuando llegas a la sala, te olvidas de todo, ya no sabes si estás vivo o muerto...".
La comisaria Lavín, que ha compartido su trabajo con José Redondo, explica por qué la exposición de México supone un hito: "Es muy difícil ver los fondos de El Greco, porque son oscuros, y se confunden muchas veces con el manto del personaje, sobre todo en los retratos. Y en esta exposición salen todos. Hasta el más mínimo detalle. Y las obras de El Greco nunca se habían visto así. Siempre habían sido expuestos sobre una pared blanca, bajo una luz convencional. La gente se va a dar cuenta de que El Greco no es un pintor negro, oscuro, gris... ¿Cómo lo iba a ser un pintor que alunizó en Toledo procedente de Venecia, de Italia, que traía en su paleta todos los colores...?".
La exposición consta de 43 obras, tanto del pintor como de su taller, la mayor parte cedida por el museo de El Greco de Toledo, pero también por coleccionistas privados, incluido el magnate mexicano Carlos Slim. Es la primera vez que tantas obras de El Greco salen a la vez y hacia un destino tan lejano. Llegaron a México en distintos aviones, por motivos de seguridad, y su llegada al museo de Bellas Artes se realizó en medio de un imponente dispositivo de la Policía Federal.
Mariné está de acuerdo con la presidenta de SEACEX, Charo Otegui, que el propósito de la exposición, que se podrá visitar hasta el dos de noviembre, es doble: "Mostrar a un pintor tremendamente rompedor, moderno, que influye en toda la pintura posterior, en el expresionismo alemán, en Picasso, pero también en mostrar un país capaz de recuperarlo, de mostrarlo al mundo en todo su esplendor, de rescatar lo mejor de su legado para seguir estando en la vanguardia...".
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