Manuel López Oliva/La Habana. Agosto del 2009
Hay modos erróneos de pensar y de proceder- frecuentemente involuntarios - que se convierten en normales dentro de muchos campos de la vida y la cultura. Son en cierta medida patrones derivados de “fuerza de la costumbre” (viejas normas, criterios superados por el curso de la historia, enfoques restrictivos, métodos que pudieron corresponder a otras circunstancias y caminos, emisiones de gustos propagados) que pueden llegar a tener fuerza dominante y función formalizadora en lo que se cree y se hace individualmente, en acciones estatales y mecanismos de valoración y selección, e igualmente dentro del intercambio cotidiano de un determinado ámbito social. No obstante los prodigiosos logros atesorados o en irrupción constante en el Arte Cubano, en él también pervive cierto número de esos equívocos, gazapos y baches (implícitos en la producción creadora, el ejercicio profesional de la crítica, la historiografía y museografía, la gestión institucional y las variantes curatoriales),cuya presencia no siempre resulta evidente. Pueden anotarse a continuación algunos de ellos:
1. Mantener determinados arquetipos y símbolos naturales y culturales en calidad de inalterables y “sagrados” representantes de la cubania, considerándose—por ciertos artistas, cronistas o directivos—que todo cuanto no los incluya en las obras plásticas, altera la noción de identidad nacional y torna extraños al país los lenguajes creativos.
2. Condenar la apreciación del desarrollo artístico de Cuba a:1) clasificaciones basadas en principios generacionales cerrados; 2)paradigmas asumidos de la lógica de periodización europea y norteamericana;3) sustituciones constantes de tipos de obras artísticas, que implican la negación metafísica rotunda de cuanto no responda en lo estético a vectores de renovación; y 4)entendimiento de lo contemporáneo sólo como aquello gestado durante la segunda mitad del pasado siglo XX(como si no fuera precisamente la dialéctica de permanencia y adición enriquecedora, lo que le otorga al arte valor imperecedero y siempre retomable ).
3. Rechazar el mercado artístico por sus efectos éticos negativos en la personalidad, así como por los resultados paralizantes de estilo; o exagerar su papel respecto de los fines, indicadores de prestigio y fuentes gananciales de la producción cultural. Olvidar que en Cuba no existe un destinatario constante y diverso para el arte vendible, que todas las concepciones y productos de los artistas requieren operatorias de promoción mercantil hacia el exterior diferentes, y que el hecho de que lo de unos se venda más que lo de otros no significa-aritméticamente-que siempre los que menos venden son insustanciales o poco valiosos en sus propuestas.
4. Ver como normal que una porción de las colecciones museables , y ciertas instituciones de exhibición y comercio de las expresiones visuales permanezcan poco interconectados- en sus políticas y proyectos-con el resto de las entidades del sector; y en las cuales el sentido de lo que ejecutan, las acciones de circulación y la elección de los artistas responde casi de modo exclusiva los puntos de vista o los gustos de quienes en ellas deciden. A este equívoco contribuye, además, el hecho de mantenerse estructuralmente relaciones de dependencia distintas( para la atención, orientación y control) en lo que ha de ser un sistema orgánico de producción, valoración, investigación, promoción, circulación y mercado del arte plástico cubano.
5. Limitar la presencia de obras cardinales de la historia de nuestro arte a un recinto capitalino de muestras patrimoniales, lo que impide a los museos y centros de artes plásticas del resto del país poder exhibir periódicamente semejantes realizaciones de valor; como si el tesoro artístico nacional fuera sólo para el deleite y el aprendizaje que quienes se mueven en el ámbito habanero, y no derecho y potestad de todo el pueblo y la Nación.
6. Conformar algunos eventos locales e internacionales-a veces sin advertirlo- según la tendencia a reproducir los mandatos transnacionales de los centros de poder estético y mercado curatorial, lo que puede convertir a macro-exposiciones y ”paquetes” artísticos de varia especie en simples reiteraciones de lo que ya se hizo en otros países regiones geográficas, en “puestas en salas” de problemáticas devenidas artificiales o inoperantes como sostén conceptual, o en sucesos que parten más de lo que se piensa como espectáculo que de aquello que constituye necesidad y alternativa de expresión concreta a nivel de los artista.
7. Escapar de lo consabido y pedestre de los comentarios y crónicas sobre arte que no profundizan en lo analizado ni aportan modos adecuados de entender, valiéndose de una “especie de texto crítico” narcisista y poco comunicativo, preocupado más por impresionar con lo actualizado y el atrevimiento, que por lo legítimo del análisis y el juicio. Un texto, por consiguiente, que no siempre está en condiciones de revelar, y sí provisto de especulaciones que en no pocos casos esconden carencias de conocimientos especializados, además de filosóficas y culturales.
8. Insistir por algunos en una noción paternalista y simple del vínculo del arte visual con la población, verificada mediante decisiones ocasionales acerca de qué tipo de hacer artístico debe ver o no la gente común, devenida fundamento de explicaciones epidérmicas que en los medios de difusión masiva reducen o “limpian” la complejidad de las emisiones estéticas, e implícita en la idea de fabricar un movimiento de aficionados basado en personas preparadas para instruir, que reproduzcan a nivel popular determinadas ópticas y convenciones plásticas.
9. Mezclar lo que es propio de la existencia docente y la ruta formativa de los artistas jóvenes con aquello que constituye evidencia de una evolución profesional coherente. Sacralizar demasiado pronto a quienes transitan por etapas preliminares en el ejercicio del talento creador,(lo que ha conducido en algún momento a reconocer como “patrimoniales” a determinados productos de estudiantes o recién graduados de plástica que no siempre han permanecido de manera ascendente en su posterior faena artística). Identificar casi como norma, arbitrariamente, lo nuevo con lo joven, lo crítico de las imágenes con el uso de recursos no convencionales o extra-artísticos, lo actual y renovador con la negación apriorística de géneros como la pintura, la escultura, el dibujo y el grabado.
10. Confundir experimentación con moda importada o con facilismo; igualar el arte de lenguaje con el arte de estilo; y aceptar sólo como válidas las vertientes artísticas que se leen a manera de discurso mono-significante de claves testimoniales, epigonales , marginales o para-cientistas ; subvalorando a la vez las dimensiones sensorio-emocionales, constructivas, técnicas ,imaginativas y dialógicas que abren las obras del “poliedro-arte”, amplían sus sentidos, o establecen puentes con otros dominios estéticos, así como con la cultura ,la subjetividad y la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario